Monday, September 06, 2004

Hay que espabilar

“Hijo mío, no me creo nada. Pero nada. Todo es mentira. ¿300 muertos? Pero si son modelos. Todas. Porque, vamos a ver, ¿a ti te matan a un hijo y tienes ánimo de pintarte los morros? ¡Y esas transparencias…! Vamos, que no me lo creo. Todas modelos, hijo mío. Todas modelos.”

Mi madre es partidaria de la teoría de la conspiración. Según ella lo de Rusia es un montaje. Modelos monísimas, con vestidos de luto con transparencias, contratadas por el gobierno ruso para suscitar las simpatías internacionales y alejar las sospechas de los verdaderos dramas que desgarran la antigua Unión Soviética (contrabando de armas, trata de blancas, tráfico de uñas…). Y, la verdad, no le falta razón. Esos maquillajes son cualquier cosa menos de luto. Pero si algunas de las madres van peinadas como mi hermana cuando se va de discotecas…

–¿Y esos escotes? ¿Y las mangas? Mira esta manga. ¡Mírala! ¿Te parece a ti que esta madre está rota por el dolor? –exclama mi madre, agitando las páginas del ABC (porque ella es muy del ABC).

–Y el flequillo –tercia mi hermana–. Y el eye-liner.

–¡Todo mentira!

Mi padre, que con esto de Rusia está últimamente conmigo como un guante, no puede contenerse más:

–¡Sois un par de insensatas! ¿Es que no tenéis sangre en las venas? ¡¿Es que no tenéis sentimientos?!

Mi hermano, que acaba de llegar desde que salió el jueves pasado con los ojos como dos aldabas, se lleva las manos a la cabeza:

–¿Queréis callaros de una puta vez? ¡Y a quién le importa…!

Los lunes, mi hermano huele a farmacia que tira de espaldas. Al parecer, o no se ha enterado de lo de Rusia o se la pela (yo creo que las dos cosas: 1º no se ha enterado, 2º se la pela completamente).

Mi madre, que ya ha empezado con el vino dulce a las once de la mañana, le mira de arriba abajo y se lleva las manos a los ojos:

–Me vais a quitar la vida…

Yo, mientras tanto, corro al cuarto de baño, dispuesto a un último vejamen físico y moral antes de que mi hermano se derrumbe sobre la cama. Pero mi padre se me adelanta, porque ya se ha percatado de que yo juego a dos bandas, y me acorrala en el pasillo…

–No tienes vergüenza. Ni decoro. Ni moral.

–Vale, vale. Son 30 euros.

–¡¡¡¡¿Quééééééé?!!!!

–Lo siento muchísimo, pero el negocio es el negocio. A ver si te crees que esto va a ser gratis toda la vida…

Sí, lo de Rusia me ha abierto los ojos: hay que empezar a cobrar.

0 Comments:

Post a Comment

<< Home