Wednesday, November 03, 2004

Frenesí

Al final, tal y como pronosticaron los médicos, mi hermano perdió el ojo. Mi hermana, que es súper trendy-girl-cool-fashion-victim, le ha regalado un parche Burberry's (fake, claro). Mi hermano está encantado. Ya ha ideado un número nuevo para su espectáculo (despedidas de soltera & despedidas de soltero & despedidas en general & raboterapia), una especie de coreografía con reminiscencias de Balanchine pasado por Algete, en la que él, disfrazado de pirata, hace un desnudo integral hasta terminar por el parche y un ojo de cristal (barato) que arrojará al público previo paso por su esfínter. Muy fino.

La idea surgió de una historia familiar que no viene al caso. Sólo diré que cuando nuestro tatarabuelo, por parte de padre, oía la expresión Los Últimos de Filipinas se le ponían los pelos como escarpias antes de estallar en una escalofriante carcajada de risa histérica. Una cosa.

Mamá está desolada, no tanto por el Gólgota ocular de su vástago como por la posibilidad de perder sus ahorros a manos de los abogados de mi tía. No está dispuesta a renunciar a su prometida liposucción y ha agilizado los trámites para internarse en una clínica privada con carácter URGENTE. Quiere ser la sucesora de Norma Duval, pero con varices. Esclava de su pelvis o, como ella dice, "de cadera ancha". Inabarcable.

Papá, con tanto vaivén judicial, está imposible. Sus hemorroides, de origen a todas luces nervioso, están en su punto álgido. O sea, a punto de estallar. Un Heidelberg sanguinolento. Cada vez que le veo venir anadeando por el pasillo, con esa expresión inconfundible de inenarrable perversidad –una expresión muy parecida a la que pone cuando caga–, me encierro en el cuarto de baño y finjo un súbito ataque del mal de Chagas. Afortunadamente, como papá es analfabeto no puede saber que se trata de un mal endémico en Brasil pero prácticamente inédito en España.

De lo de mi hermana (lo del homicidio de la pobre doña Asun) no sabemos nada. Ha surgido, prácticamente de la nada -bueno, en realidad de Suiza, que es casi como si fuese de la nada-, un sobrino que reclama la herencia y que tiene a mi hermana de lo más amenazada. Pero ella, como es tan narcisista -“yo es que soy súper positiva, ¿sabes?”; una polla como una olla, guapa: tú lo que eres es una ególatra nata, tía-, está encantada. “Me ha salido un fan. No sabes… Está súper obsesionado conmigo”. ¿Ésta? Ésta es capaz de tirárselo.

Y Dovima, la pobre, creo que está al borde del abismo. Siempre ha sido un poco taciturna, pero como es una tortuga, nunca me había preocupado que fuese de hermética. Pero es que últimamente no saca la cabeza de su caparazón. Está todo el santo día a su bola, pasa de todo y, cuando asoma los morros, pone una expresión tan acongojada que me rompe el corazón (Dovima es el único miembro de mi familia que me llevaría a una isla desierta). Para mí que necesita un poco de frotamiento.

-Sexo, sexo, sexo… -se quejó el otro día mi madre en el Hospital-. ¿Es que no sabes hablar de otra cosa?

-Es normal, señora -me defendió La Retorno-. Tiene cinco años; está en plena fase anal.

-Seis -repliqué.

-En ese caso, guapo, ya va siendo hora de que pases a la acción. Abandona lo anal. Hoy, lo que se lleva, es lo nasal.

-¿Lo nasal?

Mamá ha puesto cara de espanto.

-Hijo mío, por Dios. ¿No irás a hacerte camello?

A La Retorno y a mí nos ha dado un ataque de risa, aunque confieso que no sé de lo que me reía. Pero seguro que era muy gracioso.

2 Comments:

Blogger rititi said...

Genial, como siempre.
De lectura diária.

November 4, 2004 at 5:27 AM  
Anonymous Anonymous said...

¿Y por qué un Heidelberg? ¿qué apoteosis sangrienta ocurrió allí, que yo no sepa?

November 6, 2004 at 6:53 PM  

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