Tuesday, March 29, 2005

Reponiéndome del susto

Levantarse al lado de un cadáver no es un plato de gusto, a no ser que te pirre la necrofilia, que no es el caso. A mí, por el momento, los hombres me gustan vivos; es más, lo único que le pido a un hombre es que le acerques un espejo a la boca y se empañe. A lo que iba: levantarse al lado de un cadáver no es un plato de gusto. Que se lo digan a Jane Fonda, que ha estado casada con Ted Turner un montón de años; y que además interpretó esa escena –que más tarde se repetiría a diario– en un thriller infame, A la mañana siguiente (cada vez que pienso en Jane Fonda, me acuerdo de Truman Capote y de su lengua viperina: “Jane Fonda no ha experimentado un cambio de valores. Ha experimentado un cambio de cuentas corrientes”).

En fin, el caso es que yo puedo decir con esta boca que Dios me ha dado que levantarse al lado de un cadáver es una experiencia que no te hace mejor persona ni mejor artista ni mejor taquillón de Rústicos La Mancha o entredós de Almagro. Levantarse al lado de un cadáver es una experiencia que muy bien podrías ahorrarte. Es más, que pagarías por ahorrarte (valga el oxímoron).

Bueno, pues el caso es que hace unas dos semanas, que retrospectivamente parecen dos años, me levanté al lado de un fiambre. Por un momento, pensé que se trataba de mi hermana, pero no. No cayó esa breva.¿Mi madre? ¿Mi padre? Dios no es tan generoso. Dios, de hecho, es más cicatero que Antonio Gala (y eso que Gala es de la cofradía del puño; y quien por eso entienda fist fucking, pues, mira, tampoco va tan descaminado).

No. Me desperté al lado de un cadáver, esposado para más señas. La verdad es que me sonaba su cara, aunque no sabría precisar de qué (Deo gratias, no era Joaquín Luqui –la Holy Week ha sido especialmente pródiga en difuntos con pedigrí-pal). Por si fuera poco, me levanté en un pisito que tenía todos los visos de ser un zulo, picadero o como-quiera-que-se-llame-este-tipo-de-tugurios. Genial.

¿Qué se puede hacer cuando tu muñeca está ligada por un cepo a un cadáver?

Opción a: Puedes serrarle la mano al muerto y salir pitando.

Opción b: Puedes esperar tranquilamente a que llegue el asesino y se decida a liquidarte, básicamente para que no queden testigos (ya lo decía La Retorno, de matar a rematar sólo media una nota).

Opción c: Puedes darte la vuelta e intentar conciliar el sueño, con la esperanza de que cuando te despiertes el cadáver habrá desaparecido y, en su lugar, sólo quedará un resto de vómito.

La c, claro. Dicho y hecho, me di la media vuelta y cuando volví a abrir los ojos me encontré con la polla de mi padre apuntándome directamente a la boca. Y en un estado que sólo podría calificar como enhiesta.

–¿Quién es este? –acerté a preguntar.

–Mi director espiritual –replicó Gorka antes de eyacularme en la cara.

Yo, que a estas alturas ya había comprendido que lo que funciona en los sueños rara vez funciona en la vida real (y viceversa), cerré los ojos justo a tiempo.

Sí, como podéis sospechar, desperté al lado de El Papa. Carol Wojtyla. Y desnudo.

1 Comments:

Blogger Manuel said...

Desnudo tú, me supongo.
No sabía que lo último en Europa era la gerontofilia seguida por la necrofilia.
Tu carrera va en franco ascenso, Baby, aunque tus gustos cinéfalos te van a condenar antes de tiempo.
Hay que tener estómago para esas cosas.

March 30, 2005 at 7:36 AM  

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