Un beso negro diviiiiiiino
Mi madre se ha levantado con la lengua saburrosa y un aliento de dragón, capaz de marchitar un centro de mesa de caucho.
–¡¿Qué has hecho con el Santo Rostro?! –me ha escupido, sin darme tiempo a ponerme una máscara antigás.
–¿Y yo qué sé? ¿Por qué?
–Porque estaba en el cesto de la ropa sucia… ¡y lleno de zarraspilla!
Está claro: mi padre está hasta el kimono –o bata afelpada en su defecto– de sufrir las hemorroides en silencio.
–¡¿Qué has hecho con el Santo Rostro?! –me ha escupido, sin darme tiempo a ponerme una máscara antigás.
–¿Y yo qué sé? ¿Por qué?
–Porque estaba en el cesto de la ropa sucia… ¡y lleno de zarraspilla!
Está claro: mi padre está hasta el kimono –o bata afelpada en su defecto– de sufrir las hemorroides en silencio.
1 Comments:
Jajaja! Eso es lo que llamo yo autoservicio divino, vaya que ha vuelto el padre, el hijo...sólo falta el espíritu santo.
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