Cuando tu familia se opone a la ascesis, no hay nada que hacer
Mi tía Zita no entiende que la familia haya puesto el grito en el cielo cuando nos hemos enterado de sus intenciones: regresar a la economía de trueque y cambiar un pisazo con un salón en las que se podría correr el Grand National por una celda aneja a una parroquia del Barrio del Pilar.
El Obispado ha dicho que no puede construir zulos al lado de la Catedral de la Almudena porque “rompen la estética del edificio”. Ya ves tú: estética ¿Qué estética? Si ha habido alguna vez en la historia de la humanidad un edificio que merezca ser quemado hasta los cimientos, ese es la C. de la Almudena. A su lado, el Valle de los Caídos es un boudoir versallesco.
Sus hijas han empezado ya los trámites para incapacitarla y meterla en un asilo de ancianos low-profile. “¿No quiere ser reclusa? Pues lo va a flipar…”, eructó mi prima Martita al otro lado del teléfono (mi prima Martita tiene un problema de aerofagia, porque está enganchadísima a las bebidas con burbujas: cerveza, sidra, cava, champán DuBois y Coca-cola con whiskazo de garrafa).
Mamá está un poco escandalizada con todo esto. Pero, claro, ella está atada de pies y manos. En sentido literal, porque Gorka entró el otro día en el Hospital y se llevó a mi hermana a rastras, tras forcejear con mamá, que cree que Gorka la ha secuestrado para pedir un rescate. “Inocente, si ya he empeñado hasta las joyas falsas… ¿Qué voy a empeñar?” Y ha achinado los ojos, mirándome como una expresión muy similar a la que –supongo– que puso la madre de Gavin Arvizo antes de que la puerta del dormitorio de Michael Jackson se cerrase a sus espaldas como las puertas del templo.
En fin, el caso es que el Obispado ha enviado a dos abogados para que mi tía firme un poder notarial, un usufructo o no sé qué cosa, cediéndoles la propiedad del piso hasta que la diñe. Menos mal que Martita hizo gimnasia rítmica cuando era pequeña –nadie lo diría hoy día– y es infalible con una maza en la mano. Le lanzó un litro de cerveza a uno de los abogados y tuvieron que darle veinte puntos de sutura. El otro, salió pitando escaleras abajo antes de que a Martita le diese tiempo de lanzarle una botella de sidra El Gaitero, famosa en el mundo entero.
Mi tía Zita está muy disgustada con su hija Martita (con la otra no se habla). No le gusta su ropa ("parece un leñador y escupe como un leñador"), ni su pelo ("ahora lleva ese tipo de peinados que justifican la guillotina, un invento utilísimo que sin el menor género de duda ha sido infrautilizado en los últimos cien años"), ni su modo de hablar ("creo que la libertad de expresión está sobrevalorada"), ni mucho menos su obsesión por las bebidas carbonatadas ("lo mires por donde lo mires, los eructos no son una forma de expresión, ni siquiera de comunicación no verbal"). Y ahora esto.
La pobre es una mártir. Aunque, según mamá, "es una mala puta". Pero mamá, desafortunadamente, no tiene pelos en la lengua. A veces, le pondría un bisoñé.
El Obispado ha dicho que no puede construir zulos al lado de la Catedral de la Almudena porque “rompen la estética del edificio”. Ya ves tú: estética ¿Qué estética? Si ha habido alguna vez en la historia de la humanidad un edificio que merezca ser quemado hasta los cimientos, ese es la C. de la Almudena. A su lado, el Valle de los Caídos es un boudoir versallesco.
Sus hijas han empezado ya los trámites para incapacitarla y meterla en un asilo de ancianos low-profile. “¿No quiere ser reclusa? Pues lo va a flipar…”, eructó mi prima Martita al otro lado del teléfono (mi prima Martita tiene un problema de aerofagia, porque está enganchadísima a las bebidas con burbujas: cerveza, sidra, cava, champán DuBois y Coca-cola con whiskazo de garrafa).
Mamá está un poco escandalizada con todo esto. Pero, claro, ella está atada de pies y manos. En sentido literal, porque Gorka entró el otro día en el Hospital y se llevó a mi hermana a rastras, tras forcejear con mamá, que cree que Gorka la ha secuestrado para pedir un rescate. “Inocente, si ya he empeñado hasta las joyas falsas… ¿Qué voy a empeñar?” Y ha achinado los ojos, mirándome como una expresión muy similar a la que –supongo– que puso la madre de Gavin Arvizo antes de que la puerta del dormitorio de Michael Jackson se cerrase a sus espaldas como las puertas del templo.
En fin, el caso es que el Obispado ha enviado a dos abogados para que mi tía firme un poder notarial, un usufructo o no sé qué cosa, cediéndoles la propiedad del piso hasta que la diñe. Menos mal que Martita hizo gimnasia rítmica cuando era pequeña –nadie lo diría hoy día– y es infalible con una maza en la mano. Le lanzó un litro de cerveza a uno de los abogados y tuvieron que darle veinte puntos de sutura. El otro, salió pitando escaleras abajo antes de que a Martita le diese tiempo de lanzarle una botella de sidra El Gaitero, famosa en el mundo entero.
Mi tía Zita está muy disgustada con su hija Martita (con la otra no se habla). No le gusta su ropa ("parece un leñador y escupe como un leñador"), ni su pelo ("ahora lleva ese tipo de peinados que justifican la guillotina, un invento utilísimo que sin el menor género de duda ha sido infrautilizado en los últimos cien años"), ni su modo de hablar ("creo que la libertad de expresión está sobrevalorada"), ni mucho menos su obsesión por las bebidas carbonatadas ("lo mires por donde lo mires, los eructos no son una forma de expresión, ni siquiera de comunicación no verbal"). Y ahora esto.
La pobre es una mártir. Aunque, según mamá, "es una mala puta". Pero mamá, desafortunadamente, no tiene pelos en la lengua. A veces, le pondría un bisoñé.
2 Comments:
Baby, tal vez la mala sangre te ha alcanzado prematuramente y el Alzheimer ha hecho estragos en tu sintaxis.
A menos que sea un recurso estilístico, una estrategia narrativa o lo que sea, me sentí más con el vértigo de un dejavú que con la angustia de tu santa Tía Zita, mi tía favorita.
Por cierto, dile que el santoral no aguanta un santo más, La Woytla se ha encargado de engordarlo más allá de lo imaginable.
Pues lleva usted razón. La tecnología es el demonio.
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