Monday, May 30, 2005

Lucifer, córtate el pelo, coño

Al final, el Diablo vino a casa y, tal y como nos temíamos, tenía mechas. Unas mechas infames. Algo sencillamente inenarrable. Atroz. Mamá, desencajada, le ofreció el Necronomicon y una copita de Marie Brizard. Satán rechazó el libro con una carcajada y aceptó el anís. El resultado, como era de esperar, fue sencillamente apocalíptico. Una vaharada de fuego salió de su boca, chamuscando los visillos y el flequillo efecto tsunami de tía Zita –que, para variar, estaba en casa como un clavo (de Cristo)–; no se molestó en disculparse. Total, nos había hecho un favor: los visillos estaban de mierda hasta las asas (en su día tal vez fuesen de color blanco, pero desde que yo tengo uso de razón los recuerdo más bien con color ala de mosca); respecto a la pettinatura de tía Zita, en fin, lo que no hizo una década de minimalismo y deconstrucción, el Diablo lo ha hecho en un abrir y cerrar de ojos. Como peluquero, hay que decir que Satán es francamente expeditivo. Eso sí, también puedo constatar otra cosa: Dios, Helmut Berger y Eloy Azorín no son los únicos que tienen un problema de halitosis.

En fin, el caso es que el Diablo no venía ni por el Libro de los Nombres Muertos ni nada que se le pareciese; ni siquiera por la Santa Faz. No. El Diablo ha venido a mi casa porque, al parecer, me necesita. Quiere contratarme como estilista. Nadie le toma en serio con esos pelos.

–No me extraña. ¿En serio la gente le sigue vendiendo su alma con esas mechazas? Vamos, antes preferiría hacerme cartujo. Respeto más a un hombre con tonsura que a un mamarracho con mechas.

–Y eso no es lo peor…

–Ya lo creo –ha intervenido mi tía Zita–. Lo peor son esas lorzas. Cúbrase, por Dios, cúbrase…

–Señora, es que no sabe usted la caló que hace ahí abajo…

–¡Qué horror! –mamá ha abierto la puerta con un gesto de dignidad ofendida–. Y encima con acento –murciano, por más señas–. Haga usted el favor de salir de mi casa. Sepa que cada día soy más enemiga de los regionalismos en todas sus manifestaciones…

–Un momento, un momento… ¡Un momento! –he estallado, a punto de sacar la artillería pesada–. ¿Me va a pagar?

El Diablo, con gran alharaca de mechas y bisutería –porque resulta que también es adicto al becerro de goldfie en todas sus manifestaciones (no le falta detalle)–, ha replicado:

–¡Por supuesto! ¿Por quién me toma?

–En ese caso, soy todo suyo.

O sea. Desde hoy, soy el estilista de cabecera de Belcebú en persona. Y qué persona. Lo primero, llevarlo a spa, a que le abran esos poros… Y la manicura. Con esas uñas no me extraña que le hayan confundido durante tantos siglos con un macho cabrío. De verdad, que ya no pueda uno ni confiar en el Averno… ¿Qué será lo próximo? ¿Un Papa heterosexual?

2 Comments:

Blogger Vipère de Gabon said...

Querido sr. Killer:

Lo próximo puede ser cualquier cosa. El (anti)género humano desconoce por completo el sentido de la dignidad y de la discreción, por no hablar del sentido estético más elemental. Así que puede descabalgar por cualquier sitio.

Entre lo próximo que podemos encontrarnos:

1. Un presentador de TV letrado y, al mismo tiempo, con pelo natural;

2. Un político que no tenga los bolsillos del guardapolvo gris marengo del tamaño de la presa recién construida en China;

3. Una compañera a la que no se le pueda aplicar la frase de la Sra. Parker: "Lo único que no critica de ti en cuanto te das la vuelta es lo que no puede nombrar por falta de vocabulario";

4. Y todo lo demás.

Aprovecho para mostrar una vez más mi total adhesión a su cosmovisión. La única vuelta de tuerca que me interesa es la del garrote, vil o noble, me es indistinto.

May 30, 2005 at 10:51 AM  
Blogger Troy said...

Un Papa Heterosexual o un Presidente de Gobierno que sepa idiomas.

May 31, 2005 at 11:41 PM  

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