Thursday, September 23, 2004

Empiezo mi carrera en el crimen

Matar es fácil, matar es fácil, matar es fácil… ¡Y un cuerno! Cómo se ve que Agatha Christie no mató a nadie en su vida. Cuando tienes cinco años, hay que ver lo difícil que es deshacerse de un cadáver. Qué dura es la carne humana (sobre todo, los cartílagos); y qué difícil es partir los huesos. Y qué mal huele la gente por dentro… Vamos, que no me cabe en la cabeza que Gilles de Rais le abriese la barriga al doncel de turno para frotar el pizarrín contra sus vísceras. Lo que es a mí, no me pillan en una de ésas ni para atrás. Eso sí, hay una mamarracha menos en el mundo y eso… ¡Eso no tiene precio!

Habrá quien me llame fascista. Bueno, pues sí. Soy fascista. Y además un asesino. Y algo peor: un asesino esteta.

Cuando llegué a casa, mi madre puso el grito en el cielo:

–¡¿Pero cómo vienes así a casa?! ¿De dónde vienes? ¡No me lo digas! No me lo digas, no me lo digas, no me lo digas. ¿Otra vez te han dado una paliza? Esta vez no dirás que ha sido tu padre… Qué horror, estás hecho un Cristo. ¿Pero de dónde ha salido toda esta sangre? Para mí que va a ser que te gusta. No serás sadomasoquista, ¿verdad?, porque a mí el cuero me da mucho asco. Vamos, antes prefiero ver muerto a uno de mis hijos que con pantalones de cuero. Por no hablar de esa gorrita absurda, claro…

La verdad es que yo también aborrezco el look lederón, pero he preferido no sacarla de su error. Un poco de desasosiego nunca le ha hecho mal a nadie. Y menos a mi madre.

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