La voz de mi tía Zita es como una trompeta en sordina. Zzzzzz.
–…Acabo de hablar con Dios y lo que nos espera deja a lo que pasó en Sodoma a la altura del betún de Judea. Lo último que podía imaginarme era que mi sobrino era el Anticristo, pero ahí lo tienes, apocalíptico perdido. Yo, la verdad, cuando nací ya le noté algo raro, pero creí que se trataba de un cromosoma –el de Mendel– o algo parecido. Pero no. Era la marca de Caín. Natural. Si iba a acabar con el mundo…
La verdad es que, lo que es por mí, el mundo se puede acabar de la noche a la mañana. Me importa un comino. Me da un poco de pena por mi hija –con la que me hablo; a la otra, que la parta un rayo–, pero la verdad es que últimamente mi hija y yo… ya no era como antes, no había esa comunicación, esas confidencias, esos… En fin, desde que empezó a vestirse con camisas a cuadros de franela, incluso en verano, y a cortarse el pelo y a no maquillarse, ni a depilarse, ni a nada… Vamos, yo creo que ella se puede ir directamente al infierno. Con sus amigas, las campurrianas.
En fin, el caso es que mi sobrino ya me ha contado sus planes y… ¿Quién soy yo para oponerme al Divino Designio? Si el mundo se va a acabar, lo menos que puedo hacer es prepararme. Ya he empezado a tomar clases de esperanto, porque allá, o sea, Más Allá, vamos a necesitar entendernos de alguna manera. ¿O no? Además, he pedido hora en la peluquería para el mismo día D (de destrucción), porque si va a haber un Juicio Final quiero que me pille bien peinada. Porque no va a presentarse una ante su Hacedor y José María Aznar hecha un mamarracho. Antes muerta que con malos pelos.
¿Mi familia? Pues muy tranquila, mujer, ¿cómo va a estar? Al fin y al cabo, los pobres siempre han sido una familia de lo más desestructurada y, para mí, que el Armaggedon les va a venir que ni pintado para estrechar un poco los lazos o la soga, que para el caso –y lo que se cuece en esta casa– es lo mismo.
¿Mi sobrina? Lo último que supimos de ella es que estaba implicada en una red de trata de blancas o tráfico de uñas o contrabando de rímmel o algo parecido. Lo malo no es eso. Para nada. Ni que esa una puta. No. Lo peor es que se biloca, como Santa Rosa de Lima, y yo en cambio, con todo lo que rezo, a lo más que he llegado es a… ¡¿Envidiosa?! ¿Yo, que no conozco lo que es la rivalidad, los celos, la inquina, el rencor, la mala follá? Envidiosa, perdona, Totora, guapa, estará tu madre. Ay, perdona, que tu madre está muerta. Entonces será el pendón de tu hija. (Y ha colgado el teléfono con grandes alharacas y clinc-clinc, clanc-clanc de su pulsera abalorios y castañas de Indias). ¿Habráse visto? Ay, bonito, ¿estabas ahí? Qué ricura de niño…