Monday, February 28, 2005

En Praga (III)

Adoro los lobbies de los hoteles (de lujo). No hay nada como un lobby de alto standing para poner las cosas en su sitio. O sea, los homeless fuera, junto con la gente fea –el 95% de la población mundial–, y tú (y yo) dentro, con una copa en la mano. Un niño con una copa en la mano no hace muy buen efecto –a no ser que estés en el rancho de Michael Jackson, en cuyo caso tener una copa en la mano (y un objeto vagamente fálico en la otra) es casi una obligación–, pero en los lobbies de los grandes hoteles suelen ser muy tolerantes con la dipsomanía infantil. Es lo que tiene haber tenido entre tus clientes a Macaulay Culkin, por ejemplo.

En fin, el caso es que allí estábamos el Niño Jesús de Praga y yo, mano en mano en el bar del hotel, chuzándonos antes de subir a la suite. Porque cuando uno tiene que entregarse a todo tipo de confidencias y desenfrenos (no necesariamente en ese orden), es mucho mejor olvidarse de las inhibiciones y, en el caso del NJ de P, incluso de un par de anillos de plata con piedras semipreciosas (cinabrio, que intensifica las emociones; y ónice, ideal para el equilibrio emocional… hasta que lo pierdes, claro).

Una vez en la suite –os ahorro los detalles escabrosos, aunque os diré una cosa: cuando la temperatura en el exterior es de –5º, se agradece la lluvia dorada–, el Niño Jesús de Praga se mostró de lo más elocuente. Y es que no hay nada como el post para que las confidencias fluyan como…, en fin, para un hombre largue lo más grande (y si no, que se lo digan a Christine Keeler).

–Pues claro que no. Papá qué va a ser negro. Para nada. Lo que pasa es que papá es un poco esnob y piensa que vosotros, los humanos, lo más que os merecéis es un negro. Teniendo en cuenta lo que piensa del género humano, ya podéis dar las gracias si no os pone un pony como deidad sustituta. Desde el Concilio de Trento, papá está de lo más descontento con vosotros. Eso de que las mujeres tienen alma papá lo lleva fatal, porque papá es súper misógino. De los negros, ni te cuento; y de las mujeres negras… En general, para él el ser humano es un error. Le salió mal, ¿sabes? Él os quería como animal de compañía, con el pelo un poco más largo, pero la cosa se torció. Así que, cuando otras criaturas requieren su atención, criaturas de Clase A con una inteligencia superior que no necesitan desodorante, papá pone a un negro en su lugar. “Es todo lo que se merecen”, suele decir.

–Tú padre no es un esnob. Tu padre es un hijo de perra.

–No, no, no. Papá se creó a sí mismo, no te equivoques. Yo no. Yo, como tenía que pasar por la pejiguera esta del género humano, tuve que echar mano de…

–Calla, calla, que si también me rompes el mito mariano, a mi tía le va a dar un jamacuco.

–Para nada. Si mamá es buenísima. Un poco racista, eso sí. Pero es natural, ten en cuenta lo que el Sanedrín hizo conmigo… Me dejaron hecho un Ecce Homo, así que, como comprenderás, todas sus simpatías están con los palestinos… Hasta el punto de que son su complemento favorito. Ella pasa de túnicas, prefiere un palestino.

–Qué bonito. Uno piensa en haute couture celestial y resulta que la Virgen va vestida como si acabase de salir de un ensayo de Animalario… Qué horror. Casi la prefiero puta perdida.

–En fin, el caso es que el negro es sólo una figura de paja. En cuanto mete la pata, papá lo envía al Infierno de cabeza. Si yo te contara la de negros que han pasado por la Gloria…

–¿Y tu padre bebe?

–¿Papá? Para nada. Pero le gustan los borrachos…

–Bueno, por lo menos es compasivo.

–¿Papá? ¿Compasivo? Jajajajaja… Le gustan los borrachos y los tarados, pero sólo para reírse de ellos. Para eso os creó, idiota. Por eso renuncié hace tiempo a estar en los altares… Chico, si va a reírse de mí, que lo haga al menos con algún motivo… Además, odia a los maricones. No los puede ver ni en pintura acrílica…

–Bueno, cuando se entere mi tía Zita le va a encantar. Ella también es un poco neonanci. Mi tía Zita es de las que piensan que el Concilio Vaticano II fue un aquelarre de rojos…

–Uy, mismamente como papá. Lo de las misas en latín, todavía; pero cada vez que oye una misa en español…

–…o en euskera.

–Bueno, no puede con eso. Papá odia la k: es una letra diabólica, ¿no lo sabías?

–Mmmmme lo imaginaba.

En ese momento, justo cuando estaba a punto de sellar mi amistad con el Niño Jesús de Praga con algo más duradero que el pegamento de contacto, ha sonado el teléfono.

–¿Sí?

–Rápido. Haz las maletas… –cuando mi tía Zita está excitada, la voz le sale como a través de una hoja de guillotina: zassssssssss.

–Pero, tía, estoy aq…

–Déjate de zarandajas. Tenemos que volver a España. ¡Salimos en los periódicos!

Friday, February 25, 2005

En Praga (II)

Soy de ese tipo de niños que pueden compartir fluidos con su padre, incluso con un desconocido, pero no cuatro paredes y un techo sobre su cabeza. Hay cosas que se comparten y otras que no. Las enfermedades venéreas, por ejemplo. Soy tolerante con ese ítem, pero una habitación de hotel… Ah, no. En ese punto soy inflexible. Sí, lo reconozco, no me duelen prendas: soy de ese tipo de niños que necesitan su espacio. Soy de ese tipo de niños que, cuando van a Praga, no están dispuestos a compartir habitación con una tía demente. Soy de ese tipo de niños que exigen una suite. Y no cualquier suite…

–¿No quieres que el Niño Jesús de Praga me lo cuente todo? Pues acuquina, guapa –le escupí a mi tía Zita–. No pensarás que el hijo de Dios va a poner las cartas sobre la mesa en una habitación doble. Te aseguro que yo no lo haría…

–Ahí tengo que darte la razón –admitió mi tía–. Si tienes que abrir tu corazón…

–…o lo que sea –apostillé.

–…ante un desconocido, qué menos que en un buen hotel.

–En la suite de un buen hotel, si no te importa.

Dicho y hecho. Mi tía se fue a un chiribitil en las afueras de Praga, porque mi tía es muy de la cofradía del puño (“hay que ahorrar, hay que ahorrar, hay que ahorrar”, aunque rara vez especifica para qué: ¿modelos, manicura francesa, inyecciones de botox?; no tengo ni la menor idea), mientras me dejaba a mí estupendamente equipado en un hotelazo del centro, justo en la plaza de San Wenceslao (asesinado por su hermano, Boleslao, para quedarse con el trono de Bohemia; no seré yo quien se lo reproche). Tampoco seré yo quien denuncie aquí a la marica furiosamente neo-versallesca encargada de decorarlo. Sólo diré una cosa: Luis XVI no es el único hombre con peluca al que, si estuviese en mi mano, cortaría la cabeza de cuajo.

Localizar al Niño Jesús de Praga no fue difícil. Todo el mundo piensa que está en una iglesia, bastante deleznable, debajo del barrio de Malá Strana. Mentira. Lo que piensa todo el mundo casi siempre es una solemne majadería y este caso en concreto no es una excepción. El Niño Jesús de Praga, tal y como me contó el conserje del hotel –todo el mundo sabe que los conserjes de hotel son las personas mejor informadas del mundo–, hace tiempo que abandonó los altares. No está en la dichosa iglesia, ni mucho menos…

–…está aquí al lado, en la calle Martisnka. Es una cosa. ¡No te imaginas! Se pasa el día entero metido en la sauna, chupando pollas a diestro y siniestro. No hay manera de sacarlo de allí ni con un escoplo. Ese niño tiene un vicio…

–¡Coño! Si al final resultará que mi tía tenía razón.

Dicho y hecho. Salí del hotel, torcí a la izquierda y luego de nuevo a la izquierda y allí, detrás de una iglesia pequeñita-pequeñita, también bastante deleznable, estaba la Babilonia reencarnada. O sea, la Babylonia. Claro. Natural. ¿Dónde va a estar mejor el Niño Jesús de Praga, con lo que está cayendo en la calle, que en una sauna llamada Baby?, pensé (con muy buen criterio).

Dejé la nieve atrás y penetré en aquellas catacumbas, donde el vicio podía mascarse en el ambiente. Y no es una figura literaria.

–Oye, tú… Sí, tú, el que está chupándola como un maníaco, ¿eres el Niño Jesús de Praga?

Pues no. Resultó que no era el Niño Jesús de Praga, sino un tal Vlastimil (con una cara, una pena; para mí que le faltaba un cromosoma. O varios). En fin, el caso es que el tal Vlastimil podía llevarme hasta el Niño, pero antes tuve prácticamente que… En fin, sólo os diré que los gemidos en checo son exactamente igual de escandalosos que los gemidos en lengua romance.

Finalmente, después de un intercambio de pareceres (y sospecho que de herpes), Vlastimil me condujo hasta el mismísimo Baby Jesus, más conocido como Baby Lon.

Tengo que decir que en cuanto le eché el ojo al niño en cuestión, me di cuenta de que el conserje no me había mentido en lo más mínimo. A su lado, mi técnica era como una chocolatada parroquial comparada con un banquete de Heliogábalo. Qué energía, qué virtuosismo, qué… Qué vicio, Dios mío. Muchas de las depravaciones orgiásticas a las que estaba entregado el Niño Jesús de Praga están penadas por la ley (y hablo de países desarrollados donde la prostitución no es ilegal, precisamente).

–Oye, tú, ven acá…

Bueno, pues no había acabado la frase cuando me encontré con la boca ocupada. Jesús, con el Niño…

Y que era incansable. Claro, siendo el hijo de Dios ya se puede. En fin, el caso es que hasta el Verbo tiene que recuperar el aliento de vez en cuando. Y fue entonces cuando aproveché para explicarle todas mis cuitas.

–Vamos a la suite de tu hotel y lo hablamos –me dijo, en perfecto castellano. Y es que Dios no sólo tiene don de lenguas, además las habla.

En fin, el caso es que fuimos al hotel, caminando bajo los copos de nieve…

Wednesday, February 23, 2005

En Praga (I)

Os preguntaréis por qué no he escrito durante todo este tiempo. Quien no se lo pregunte, que abandone inmediatamente esta página y se haga el hara-kiri porque demuestra tener tanta sensibilidad como una pantalla de pergamino troquelada. No estoy aquí, dejándome la piel a tiras –en la mayor parte de las ocasiones, en sentido literal– para que a vosotros mi ausencia os resulte tan indiferente como la de Ángel Garó –santísimo Dios, ¿qué fue de Ángel Garó? ¿En qué clase de tugurio habrá acabado sus días… y sus noches?–. Perras, que sois todos una perras…

En fin, el caso es que aquí estoy de nuevo, tras haber vivido Experiencias Sobrenaturales verdaderamente insólitas, cortesía de mi tía Zita y, sobre todo, del Niño Jesús de Praga, que ha resultado ser todo un hallazgo (junto a San Juan Nepomuceno, que tiene fama de discreto, pero en cuanto le invitas a un par de jarras de vino caliente lo larga todo con todo lujo de pelos y señales, muchos pelos y muchas señales).

Y es que mi tía Zita tuvo la semana pasada una revelación. La mujer, que desde la trifulca en el hospital con mi madre anda de la cabeza un poco como siempre-pero peor, tuvo una revelación:

–Una epifanía, hijo, una epifanía. Se me apareció Dios en persona, mismamente como te veo ahora. Igualito. Bueno, igual, lo que se dice igual, no. Porque tengo que decirte una cosa, pero sólo a ti. No confesaría esto en voz alta ni bajo tortura, pero por ser tú… Dios bebe. Son muchos años tratando con tu madre como para no reconocer ese aliento al primer golpe de halitosis. Tenlo muy presente cuando veas a tu madre desplomada sobre la mesa de la cocina. Dios nos creó a su imagen y semejanza. Puede que tu madre le dé al pirriaque, pero si vieses a Dios dando tumbos…

Me quedé de estuco. Escuchar esa revelación de labios de mi tía Zita me dejó de una pieza.

–¿Y qué te dijo? ¿Se manifestó en contra de la abstinencia?

–¡Para nada! Eso es lo peor. Además de borracho, Dios es un pelín hipócrita. Hace como que eso no va con él, que Alcohólicos Anónimos son los demás, pero él no. Pues claro, como que es un Alcohólico Conspicuo. Lo sabe todo el mundo.

–Pues yo no tenía ni idea.

–Porque tú estás siempre en babia, hijo mío. Pero te digo que, en la Gloria, es vox populi que Dios le pega a la botella. Y eso no es lo peor…

–Ah, ¿no?

–No. Como se me apareció así, en plan tête-à-tête, en zapatillas, como muy de andar por casa, se le olvidó transmutarse o maquillarse o transfigurarse o como quiera que se diga. El caso es que…

–¿Sí?

–Pues, hijo mío, que resulta que ¡¡¡¡es negro!!!! Con el asco que me dan a mí los negros, que es que no los puedo ver ni en pintura acrílica. Y no es que yo sea racista, bien lo sabe Dios (que por algo es de color… negro), pero siempre he pensado que los negros están muy bien en África o sobre un escenario, porque hay que ver qué ritmo tienen, ¿verdad?, pero gobernando las esferas celestes, dictando las leyes del universo, rigiendo los destinos de los hombres… Pues qué quieres que te diga: no. Negación. N-O. Toda la vida rezando como una loca para ir directa al Paraíso y resulta que voy a acabar como una pilingui en un club de Harlem. Qué quieres que te diga… No es de recibo.

–Claro que no.

A estas alturas, no me cabe la menor duda de que casi la prefería como magra reencarnación de Bárbara de Braganza que como virreina inglesa en las colonias (“los negros, ay, son tan simpáticos… y no tienen malicia. ¿Más té, querida?”).

–¿Y qué vas a hacer, tía?

–Como comprenderás, a estas alturas no voy a renunciar a la fe.

–Pues claro que no…

–Así que voy a ir a consultar al único que, a día de hoy, no me ha decepcionado.

–¿El Papa? Porque no sé si sabes que es Lin…

–No, por Dios. El Niño Jesús de Praga.

–Ah, no sé cómo no había caído antes.

–Siendo de Praga, está claro que no puede ser más blanco. Sus credenciales indoeuropeas están fuera de toda duda.

–Ya, pero si su padre es negro…

–No, no, no. Porque la Inmaculada Concepción es un dogma de fe, y en los dogmas no hay espermatozoide que valga. Su padre será negro como el carbón, pero el Niño Jesús de Praga es blanco como la nieve, como la leche, blanco como el merengue, como las prímulas en primavera. Vamos, más blanco imposible.

–Ah, pues qué bien, ¿no?

–Sobre todo para ti.

–¿Para mí? ¿Y qué tengo yo que ver en todo esto?

–Pareces tonto. ¿No ves que es como tú? El mismo nombre lo dice: Niño Jesús de Praga. ¿Crees tú que va a contarme a mí si su padre es su padre o no? ¿Si es un fraude? ¿O peor aún, un cafre que ha matado a Dios y lo ha suplantado con ayuda de la NASA o los socialistas? No, claro que no. No me va a sacar de dudas. A ti, en cambio, seguro que te lo larga todo. Con eso de que eres un niño como él…

–Mujer, como él, como él…

–No hay más que hablar. Ahora mismo haces la maleta y te vienes conmigo a Praga. ¡Zumbando!

Pues eso. A Praga.

Tuesday, February 15, 2005

Cotizando a la baja

Mi tía Zita dice que la vida es un material sobrevalorado. Mi madre, en cambio, cree que es la muerte la que está muy sobrevalorada. “En realidad, tampoco es para tanto”, suele añadir. “Toda la gente que me cae bien o está muerta o está a punto de diñarla”. A mí, la verdad, me parece que si hay algo sobrevalorado hoy día es el sexo (con y sin alardes).

Thursday, February 10, 2005

La Boda Caca

División de opiniones en casa ante la noticia del día… y seguramente del año: la Boda Caca (Carlos & Camila).

Mamá cree que “definitivamente es el triunfo de La Otra. Que tiemblen las legítimas…”

Mi hermana está que trina, porque lo ve como “una deserción en las filas –de hecho, en primera fila– del pilingueo”. “En primera fila, pero del patíbulo, tenía que estar ésa”, ha escupido mamá, con acíbar en lugar de saliva.

Mi hermano tiene la teoría de que “será la primera reina de Inglaterra que gane las carreras de Ascot, pero no como amazona sino a cuatro patas”.

Y yo… Yo tengo una duda, o más bien un presentimiento. Llámalo juego de equívocos. ¿Cantará Camilo en la boda de Camila? ¿Se equivocará el Obispo de Canterbury con uno y otra (al fin y al cabo comparten peinado)? ¿Acabará siendo Camilo la primera queen, drag-queen, de Inglaterra?

Como decía Norma Duval –ah, aquellos lejanos tiempos en hablaba (o algo parecido)–, “el tiempo pondrá las cosas en su lugar”. Y es que Norma, además de vedette, era también filósofa.

Wednesday, February 09, 2005

OMQC: Otro Mito Que Cae

Ayer, La Retorno fue a una fiesta (execrable y muy, muy, muy marica) con pretensiones arty. La Retorno es mi conexión con el mundo glamour, porque como ella es travesti y los maricas están –estamos– tan de moda, pues eso… la invitan con la excusa (supongo) de cubrir el cupo mariquil de toda fiesta que se precie (cupo que, según me ha dicho La Retorno, se ha disparado hasta la estratosfera).

–¿Pero esas fiestas son como una mesa camilla de Ana Rosa?

La Retorno achina los ojos cada vez que le hago la misma pregunta, con mi expresión nº 7: candorosa ingenuidad (expresión muy útil si aspiras a dedicarte a la prostitución de alto standing en el futuro).

–Peor, querido, muuuuuucho peor.

–No sé dónde vamos a parar –apostilla mi entonces mi tía Zita, que es súper homófoba (según ella, “todos los maricones tendrían que arder en la hoguera en una plaza pública” y, después de darme un paseo por la calle Fuencarral –qué pelos, qué pintas, qué tintes, qué teces, cuánta mamarracha suelta que va pidiendo a gritos un juicio sumarísimo–, la verdad es que no le falta razón).

Bueno, pues ayer La Retorno fue a esta fiesta-con-pretensiones –imaginaos: el leit-motif de la noche era nada más y nada menos que una comedia de Shakespeare, chúpate esa, Teresa (Viejo)– y lo primero que escucha al entrar es:

–Entre gibelino y gobelino, yo lo tengo claro. Gobelino 100%. Vamos, a mí una estera… lo que más.

–Pero qué estupidez. ¿Y quién dijo eso?

–Pues quién va a ser… –La Retorno es capaz de reducir sus ojos a dos meras rendijas cuando algo la disgusta– Un periodista.

–¿Marica?

–Ya te lo he dicho: un periodista. No seas redundante.

Y es que La Retorno tiene una teoría: “escarba detrás de un periodista y encontrarás… una periodista”. Y, de nuevo, tengo que volver a darle la razón.

En fin, el caso es que La Retorno se encontró allí con…

–…una alarmante falta de celebrities. Imagínate que la única que había era esa actriz gorda que siempre hace de lela…

–¿Laly Soldevilla?

–No, hombre, no, ésa está muerta. Pepón Nieto. Qué horror de hombre (o lo que sea). Qué ordinario. Qué histérico. Qué paranoico. Imagínate que casi me arranca el moño porque me pilló hablando con DD…

–¿Danielle Darrieux?

–Chico, qué pesado estás con la necrofilia. No, claro que no, aunque ahora que lo dices, sí que le daba cierto aire a Danielle Darrieux, sí. No entiendo por qué la gente se tiñe de rubio platino, la verdad es que no lo entiendo. Sobre todo los ga(y)rrulos. Me refería a David Delfín

–¿El plagiario?

–Bueno, mmmmm, reconozco que su última colección y la Dries van Noten guardaban alguna similitud, sí…

–¿Alguna similitud? Jajajajaja. Ay, qué risa, tía Felisa.

–En fin, el caso es que allí estaba esa actriz obesa y con un cutis que no te imaginas, intentando arrebatarme el protagonismo… ¡¡¡a mí!!!

–Qué ingenuo.

–Y qué lo digas. ¿Pero cuándo aprenderán las actrices de reparto que si las llaman secundarias es por algo?

–Pues nunca, chica. Jamás. Las actrices de reparto son, con diferencia, mucho más insufribles que las prima-donnas. No hay más que darse una vuelta por una cafetería de barrio para darse cuenta.

Y es que La Retorno tiene otra teoría sobre el gremio hostelero: “Escarba detrás de un camarero y encontrarás a una actriz”.

–Pero de reparto, ¿eh?, de reparto –matiza–. En fin, el caso es que allí estaba ella, gritando como una perdularia en pleno ataque del baile de San Vito cuando no me quedó más remedio que darle un guantazo.

–Y él, ¿cómo reaccionó?

–Pues eso es lo más curioso. Reaccionó divinamente. Claro, cuando te levantas cada mañana y lo primero que ves al mirarte al espejo es esa cara y esos dientes y esas bolsas y ese pelo…, pues, claro, recibir un bofetón en plena cara debe ser como de lo más cotidiano.

–Seguro –y, tras una pausa, he adoptado la expresión nº 4, decorosa expectación (pero sin pasarse; jamás debes excederte con esta expresión o parecerá que, más que envidia, lo que tienes es un ataque fulminante de aerofagia) y he preguntado:– ¿Y cómo son los famosos de cerca?

–Pues hijo, exactamente iguales que la gente normal: borrachos y drogadictos.

–Pues sí, como mi familia.

–Mismamente.

Otro mito que cae…

Tuesday, February 08, 2005

Publicidad agresiva

Mi hermano, harto de ser un chulángano sin oficio ni beneficio –bueno, oficio sí que tiene; si quieres beneficiártelo, por un módico precio te da una sesión de raboterapia que ríete tú del tuppersex–, ha decidido hacer un curso de publicista por correspondencia: el curso Copy CCC.

Este ha sido el primer anuncio que ha redactado. Lo peor de todo es que ya se lo han comprado dos empresas (y hay una tercera interesada):

“Te proponemos un nuevo y revolucionario tratamiento para adelgazar sin cirugía. Olvídate del pilates, del gimnasio y de las torturantes máquinas del girotronic. Lo último para quedarte como una sílfide es el DI: Despido Improcedente. Una patada y… ¡a la puta calle! Ya verás como te quedas… EN LOS HUESOS”.

La verdad, yo creo que este chico tiene futuro.

Monday, February 07, 2005

Como gustéis

Al final parece que todo se ha arreglado al gusto de todos. O casi. La verdad es que la idea no la tuvo mi hermana, aunque ella ha sido la principal beneficiada, sino una amiga suya llamada Ginebra (en realidad, su nombre de pila es otro, pero una vez que la conoces te das cuenta de que no podía llamarse de otra manera; bueno, sí, tal vez Resaca).

Ginebra, con muy buen criterio –y es que Ginebra es, ante todo, una mujer práctica– llegó a una conclusión: una polla, necrosada o no, siempre es una polla y es una pena desperdiciarla. “¿Que a tu padre no le vale? Pues a alguien le valdrá, querida. ¿Tu novio no había perdido un dedo? Pues ahí lo tienes. Hija, ¿qué mejor manera de hacerte pajas que con la polla de tu padre? Ríete tú de Electra y sus complejos…”

Dicho y hecho. Los médicos han implantado la polla de papá en la mano derecha de Gorka, justo en donde en tiempos tuvo el dedo corazón. Como Gorka siempre ha sido un hombre muy curtido que no ha tenido miedo a trabajar con las manos, el piticlín paterno queda de lo más ad hoc rodeado de todos esos dedazos. Es más, yo que lo conozco a la perfección, diría que nunca ha estado mejor acompañado.

A ver ahora cómo hago para metérmelo en la boca de vez en cuando porque Gorka no es, para nada, proclive a confraternizar con la cofradía…

Tuesday, February 01, 2005

La escuela jungiana me da un meneo

Ya es oficial: mi padre es un eunuco. Del todo, además. Le han tenido que extirpar la polla, necrosadita Martínez-Bordiú, y el escroto (aunque el escroto –qué quieres que te diga– yo creo que lo tenía necrosado desde hace años, porque chupar aquellos huevos era como lamer un cartapacio), así que mi madre ha corrido a una mercería, para que le reconstruyan el saco escrotal con un hule, “de lo más práctico”, que imita el estampado de la zaraza clásica (mi madre ha sido siempre súper fan de la zaraza; una vez se rompió el brazo y encargó a la costurera y nanny familiar una funda de zaraza para la escayola con estampado de hortensias, acianos y lirios; si lo ve Miss Marple le da una embolia, porque “todo el mundo sabe que no florecen en la misma época”, pero Miss Marple es lo que tiene: mucha boquilla y una halitosis que tira de espaldas).

En fin, el caso es que cuando mamá se ha presentado ante el cirujano con el hule envuelto en papel de seda y lo ha desplegado ante los horrorizados ojos de mi padre –que puede estar de vuelta de todo, pero no de una lunática que quiere que le reconstruyan los huevos con un mantel embreado–, un par de enfermeras, con toda la pinta de hacer la tijera en sus tiempos muertos, la han cogido por los sobacos y la han llevado a una sala de espera, hasta que ha llegado un psiquiatra y se ha hecho cargo de ella.

Mi hermana ha intentado convencer al pobre hombre, de la escuela jungiana –hace falta ser démodeé–, de que en realidad mi madre no está loca:

–Le da un poco a la frasca, pero, de los hombros para abajo, está como un roble. En cambio, si viese a mi novio…

–¿Su novio? Perdone, señorita, pero estábamos hablando de su madre, que, a juzgar por lo que acabo de ver, tiene un grave problema de dipsomanía salvaje.

–Deje a mi madre en paz, oiga. La mujer bastante tiene con lo que tiene. En cambio, mi Gorka… Creo que ha perdido las ganas de vivir… Cuando ve una ikurriña ya ni siquiera se le pone dura, ¿sabe, usted?

–¿…?

–Sí, antes, antes… Estoy desesperada. ¡Si hasta llevo boina, ya ve usted! Yo, que nunca he sido existencialista ni nada.

–Txapela –ha interrumpido Gorka, como si le hubiesen aplicado un hierro candente en pleno glande (una comparación que ya nunca más será válida para mi padre, el pobre)–. Se llama txapela.

–Me toca el coño cómo se llama. El caso es que ya ve usted –mi hermana se ha puesto con los brazos en jarras y ha separado las piernas (que no se depila desde que le dio por el nacionalismo)–, ¿cree usted que las convicciones políticas favorecen? Sea sincero, por favor.

El médico, herido en su amor propio (y en su pezón izquierdo, porque mamá le ha dado un mordisco cuando forcejeaba con ella), ha respondido con cara de póquer:

–En su caso, y en el del 80% de las ministras del actual gabinete, empezando por su jefa, que que malos pelos tiene la pobre…

–Y qué cutis, por Dios, qué cutis –he apostillado (hoy, por primera vez desde hace días, he abandonado mi lecho de dolor; aunque confieso que había empezado a cogerle el gustirrinín).

–…, yo diría que no. Es más: categóricamente no.

–¿Lo ves? ¿Lo ves? –ha empezado a berrear mi hermana, presa de un ataque de nervios (y de algo parecido al síndrome de abstinencia)– Tú, y nada más que tú, tienes la culpa de que vaya hecha un adefesio.

Gorka ha puesto una expresión muy, muy atormentada; como cuando mi hermana, para picarle –su relación ha ido deteriorándose hasta dejar a la de ¿Quién teme a Virginia Woolf? a la altura del betún de Judea–, le dijo un día que un grupo de vándalos, todos amigos suyos, que trabajan en una fábrica de palillos, había talado el Gernika aquella noche con una sierra mecánia “sólo para divertirse”.

Yo, que a estas alturas tengo ya más barra que Nadiuska en Zorrita Martínez (uno es cinéfalo, pero también tiene sus perversiones), he mirado al doctor directamente a los ojos, previo paso por el paquete, y le he susurrado por lo bajo (literalmente, aunque en plural):

–No le haga caso. Es que en mi familia se practica la endogamia desde hace generaciones y ya ve usted el resultado.

Me he acercado un poco más, hasta incrustar mi nariz en la zona más acre de su bata 100% poliéster.

–Haga usted el favor de indicarme dónde está su despacho. Creo que usted y yo tenemos mucho de lo que hablar…

–Oiga, usted –ha dicho el médico, con un hilo de voz levemente agónico–, su hermano me está acosando.

–Pues ya ve qué novedad. Es que mi hermano es un poco putilla…

El médico ha respirado tranquilo, antes de desabrocharse (un poco más) la bata.

–En ese caso…

Súper a favor de Jung, oye.