Friday, April 29, 2005

Otra vez de viaje: qué sinvivir

“La invención, debe admitirse humildemente, no consiste en crear desde el vacío, sino desde el caos (...). La invención consiste en la capacidad de atrapar las posibilidades de un tema y en el poder de moldear y dar forma a las ideas que sugiere”. Palabra de Mari-Chely.

La Mary Shelley, aunque no la cronología se alió en contra de ella, es como si hubiese conocido a mi hermana desde el kinder, porque esa cita es talmente su biografía. Vacío y caos. Caos y vacío. Su vida y su mente.

Desesperada por tener el mismo careto que la mujer que ha denunciado a Zapatitos por venderse al lobby gay –creo que se refería al vestíbulo, o mejor dicho, al recibidor de ese hotel de la calle Almagro en el que te dan un meneo cuando pides en recepción la llave de la 002–, cogió un pisapapeles de cuarzo y se lo restregó por la cara en plan microdermoabrasión. Lo de micro y dermo, en fin…; pero lo de abrasión, sí; abrasión a lo bestia. Vamos: a saco Paco. Al parecer, se ha dejado la cara hecha un Pollock. Gorka, desesperado, ha llamado a casa, para ver si mamá puede llevarla a una clínica de pago o algo. Mamá, que ya tiene fecha para lo de sus cartucheras, le ha dicho que si quieres arroz, Catalina.

–Llévala tú, que para eso estás en una secta satánica. Seguro que te pagan una pasta por profanar sagrarios y mearte en las hostias consagradas.

–Señora, haga el favor de hablarme con un poco más de respeto, que soy el marido de su hija.

–¡¿Cómo?!

La sangre se ha retirado del rostro de mamá como si fuese la Santa Faz.

–Su hija y yo nos hemos casado.

–No me lo creo.

–Francamente, señora, me importa un bledo si se lo cree o no. A mí lo único que me importa en este momento es que la madre de mi hijo tiene la cara hecha papilla.

–¡¡¡¿¿¿Cómorrrrrrr???!!!

Cuando mamá habla como Chiquito de la Calzada es que hay que empezar a preocuparse.

–Sí, señora, su hija está embarazada. ¿Puedo llamarla abuela?

–¿Y yo puedo llamarte pezado-de-cabrón-hijo-de-puta?

–Pues claro, estamos en familia.

Mamá ha colgado el teléfono y, poniéndose de rodillas, ha exclamado:

–Ay, Dios mío, qué Gólgota –e, incorporándose (más o menos), ha añadido–. Hijo mío, haz las maletas. Nos vamos al Santo Reino.

–¿Y qué se me ha perdido a mí en esa tierra infame?

–Vamos ante las Santas Reliquias, no las de tu primo Remy, sino las de verdad, el auténtico paño de la Verónica.

–Pero… ¿para qué?

–Hijo mío, para lo que tengo en mente no puedo recurrir a aficionados, sino a un profesional: Jesucristo.

–Mamá, ¿qué has bebido?

–¡Haz el equipaje! Ya discutiremos por el camino.

Dicho y hecho. Allá voy. Rumbo al Sur. Jesús, qué sinvivir…

Wednesday, April 27, 2005

Las bodas de la semejanza

Menos matrimonio y más decoro. Sobre todo a la hora del tallaje y el color –y corte– de pelo.

La Retorno es tajante en sus opiniones. Es más que eso, es inflexible:

–Si un marica se quiere casar, por mí no hay ningún problema (llevan siglos haciéndolo: San Baco y San Sergio estaban más hermanados que Raphael y Natalia Figueroa y nadie se rasgó las vestiduras; bueno, hasta que se las rasgaron a ellos). Pero si un marica se quiere casar con el pelo teñido, o con perilla, o peor aún: con el pelo teñido y perilla… Ah, no. En ese caso, no hay derecho civil que valga. A la hoguera con él.

Por su parte, mi madre tampoco se ha abstenido de opinar sobre el tema:

–Yo es que no entiendo nada de nada. En mis tiempos los maricas no se casaban, te casaban.

–Me temo, querida, que sigue pasando lo mismo –ha replicado mi tía Zita, que desde que volvió del Vaticano anda un poco descreída.

–Pero, entonces, ¿esto es definitivo?

–Sí, hija mía.

–¿Y una tortillera qué hace después con su traje de novia? ¿Lo aprovecha para una mesa camilla?

–O para unos estores.

–Qué país…

–Qué mundo…

La Retorno, a todo esto, ha salido de la cocina con una bandeja de picatostes y ha sido mano de santo. Las varices de mi madre, habitualmente de un lívido tono amoratado, se han puesto de un púrpura intenso, mientras mi tía ha empezado a salivar como una hiena a los pies de Gregory Peck, un espectáculo –dantesco– que me ha puesto los pelos como escarpias.

–Por mí, como si se casan con un ornitorrinco –ha dicho mi tía–. Trae pa’cá esos picatostes.

–Diga usted que sí –ha replicado La Retorno–: contra la mala conciencia, nada como la grasaza.

–Y tú que lo digas, niña.

Tuesday, April 26, 2005

Una muerte flamígera

Han aparecido los restos calcinados de mi primo Remy. Al parecer, en un gesto que sólo se podría definir como dramáticamente definitivo, se prendió fuego a las puertas del obispado. Nada como una buena hoguera para olvidarse del relente de la noche, debió de pensar la pandilla de homeless que se reunió en torno a las llamas, con las palmas extendidas como un cuadro de George de la Tour. Dicho y hecho, a los cinco minutos aquello parecía una falla valenciana retransmitida por televisión (los periodistas son como las moscas: huelen la mierda o, en su defecto, la carne quemada, a kilómetros).

Lo más espurio y depravado de las cloacas, la hez de la sociedad, contemplaba con expresión arrobada las llamas elevándose al cielo (en el fondo, todos somos un poco pirómanos). Al parecer, sus últimas palabras fueron: “No os acerquéis tanto, coño, que me quitáis el protagonismo”. Pero los homeless pasaron mazo de mi primo y, no contentos con chupar cámara, prendieron sus colillas en las llamas en un gesto de supremo desprecio por el género humano en general y mi primo, en particular.

Me temo que, definitivamente, la Iglesia ha perdido el tren con el pobre Remigio. Hubiese sido el Papa perfecto: ausencia de conciencia social; un gusto obsesivo, rayano en lo patológico, por el becerro de oro en todas sus manifestaciones, no todas auténticas; don de lenguas (básicamente las muertas, aunque no le hacía ascos a las vivas, si lo sabré yo…); un perfil bueno, el derecho, y uno malo, el izquierdo; y, sobre todo, un tono de piel que no recordaba el pergamino o las páginas de un salterio. En fin, que mi primo hubiese estado perfecto en ese papel. Pero no pudo ser, desafortunadamente no pudo ser.

Su madre se ha quedado desolada, pero como es una mujer eminentemente práctica, ya ha encargado a unos orfebres sevillanos –los mismos que le han hecho la grifería a Vitorio & Luchino– unos bonitos relicarios en plata sobredorada para vender por Internet los restos de su hijo como Santas Reliquias. Mamá ya le ha encargado uno para la salita de recibir.

–Hijo mío, lo creas o no, tener una reliquia en casa viste mucho. Y si es de alguien de la familia, miel sobre hojuelas.

Thursday, April 21, 2005

Casa de citas

La Retorno sigue teniendo teorías para todo. Ésta es una de ellas:

“Cuando alguien te pregunte qué estás pensando, no te cortes; sé sincero y dile lo que piensas: ‘Estaba pensando que es una pena que la profesión de verdugo haya caído en desuso. Si yo fuese verdugo –y te juro que hay momentos en los que me encantaría serlo; éste, sin ir más lejos– no dejaría títere con cabeza. En sentido literal”.

Y ésta, otra:

“El Diablo existe y está entre nosotros. (Pausa) Y lleva mechas.”

Y por supuesto:

“Algunos escritores merecerían ser ajusticiados en una plaza pública, junto a sus editores. Casualmente, todos están vivos”.

O:

“Nómbrame a una buena persona, una sola, que no beba”.

Lo que, por cierto, entra en franco conflicto con uno de sus aforismos favoritos:

“La expresión buena persona es un oxímoron solo comparable a las Memorias de Zsa Zsa Gabor”.

Wednesday, April 20, 2005

Incexto decimosexto

Mi primo Remy está desolé. Pero desolé total.

–Hijos de puta. Hijos de puta. ¡Hijos de puta!

Y, engarfiando los dedos, escupe entre dientes:

–Y encima han elegido a un eyaculador precoz. de lo que habló.

Amenaza con algo:

–Rodarán cabezas…

…O pezones, que para el caso es lo mismo.

Monday, April 18, 2005

Lo que me espera, nos espera: la madurez

Gorka llamó el fin de semana para decir que mi hermana está sana y salva. Y que sigue en su línea. Al parecer, la miró un médico (de pago) al que G. la ha llevado con la esperanza de que puedan hacer algo con su cara. Tarugos, seguramente.

El médico: Diga treinta y tres.

Mi hermana: ¡¡¡¡Tu puta madre!!!!

El médico: ¿Y es siempre así?

Gorka: No, sólo cuando está borracha.

Mi madre (al otro lado del hilo telefónico): Y sobria.

Gorka (disculpándose): Bueno, sí. Sobria también. Tengo que dejarla ahora… Su hija ha empezado a pegar al médico.

Mi madre: Qué cruz, Dios mío, qué cruz… Anda ( tendiéndome el móvil como si fuese el cadáver de una mamba), cuelga tú. Me niego a aprender cómo funcionan estos cacharros. Me parecen diabólicos. Mira, mira (muy indiscreta, señalando al mamarracho de la mesa de al lado), ¿ese chico no es el del tercero izquierda, el hijo de la perturbada de los chales y el pelo como una pagoda china?

Yo: Mamá, por Dios, que te va a oír…

Mi madre: ¿Ése? Ése lo único que es capaz de oír es a sí mismo. Pero si le oigo perfectamente desde aquí… Uy, mira, ahora acaba de salir su madre del baño. Voy corriendo a ver si es una guarra, aunque… ¿qué puedes esperar de una mujer que no cierra la puerta del WC?

Mi madre se levantó y nos dejó a mi padre y a mí, mirando al camarero (mejor dicho: al paquete del camarero).

Camarero: ¿Han decidido ya?

El mamarracho (a voz en grito): Pues sí, me han ascendido porque, al parecer, soy muy creativo.

Su madre, la loca con el pelo como una pagoda china: ¿Ah, sí? (empieza a sorber un berberecho hasta que su dentadura aterriza sobre la cristalería de una manera muy musical, a lo Laurie Anderson). ¿Y eso que significa?

Su padre, víctima de un Alzheimer galopante, ese tipo de gente que entiende que sinceridad es escupirte a la cara: Pues qué va a ser, Marga. Que sabe deletrear la palabra “silla” y se viste con colores chillones.

Mi madre (que regresa del baño con una sonrisa de raja de sandía): ¡Lo sabía! Es una guarra de tomo y lomo. No hay más que verla…

Mi padre: ¿Ves, hijo mío? Esto es lo que te espera en el futuro: la madurez.

Friday, April 15, 2005

¿Mortificación? Ríete tú de San Estanislao de Kostka

Al final, ha resultado que el pezón no era de mi hermana, sino de mi primo Remy. Ha decidido hacer méritos para el papado. “A mí, a mortificación no me gana nadie”, pensó, después de un ayuno de más de 96 horas. Dicho y hecho, cogió un cortaúñas y… ¡Zas! Adiós, pezones.

Y menos mal que mamá es una tía lejana, porque a su madre le envió el prepucio.

Thursday, April 14, 2005

Découpage familiar

Mamá ha recibido un pezón por correo. Abrió la carta, desplegó un papel de calidad bastante infame –con manchas de grasa (estoy de acuerdo con mi tía Zita en que el acceso de las masas a la cultura, o lo que ellas creen que es cultura, ha sido una de las grandes tragedias de la historia de la humanidad, junto con la invención de las mechas y los tejidos acrílicos)– y un trozo de carne correosa cayó al suelo como un moscardón al que le hubiesen arrancado las alas (sé de lo que hablo: de pequeño, mi hermano se entretenía arrancándole las alas a los tábanos; ha quedado documentación gráfica más que suficiente como para que Greenpeace, en lógica contraprestación –Dies irae–, le arranque los huevos y se los dé de comer a las alimañas).

–¿Qué es esto? –dijo, demudada, mientras sostenía el pezón entre los dedos pulgar e índice como si fuese una viuda negra.

–Pues parece un pezón, mamá.

–Lo sabía, lo sabía, lo sabía. Ya han empezado a descuartizar a tu hermana. Hasta que no les paguemos, no van a parar.

–¿Pero en la carta dice algo de un secuestro?

Mamá, echando atrás la cabeza –su segundo nombre es Presbicia, el primero prefiero no decirlo– y achinando los ojos hasta convertirlos en dos incisiones sobre una máscara, ha respondido:

–Pues la verdad es que no.

–¿Y qué pone?

–“Para el cocido” –ha leído mamá, con un tono de voz neutro de lo más inquietante.

–¿Y qué vas a hacer?

–Pues no sé –y, tras una ligera pausa (supongo que tras sopesar su eterno dilema: mi familia o mis caderas), ha añadido:– ¿Te apetece un caldito?

Wednesday, April 13, 2005

Cuando tu familia se opone a la ascesis, no hay nada que hacer

Mi tía Zita no entiende que la familia haya puesto el grito en el cielo cuando nos hemos enterado de sus intenciones: regresar a la economía de trueque y cambiar un pisazo con un salón en las que se podría correr el Grand National por una celda aneja a una parroquia del Barrio del Pilar.

El Obispado ha dicho que no puede construir zulos al lado de la Catedral de la Almudena porque “rompen la estética del edificio”. Ya ves tú: estética ¿Qué estética? Si ha habido alguna vez en la historia de la humanidad un edificio que merezca ser quemado hasta los cimientos, ese es la C. de la Almudena. A su lado, el Valle de los Caídos es un boudoir versallesco.

Sus hijas han empezado ya los trámites para incapacitarla y meterla en un asilo de ancianos low-profile. “¿No quiere ser reclusa? Pues lo va a flipar…”, eructó mi prima Martita al otro lado del teléfono (mi prima Martita tiene un problema de aerofagia, porque está enganchadísima a las bebidas con burbujas: cerveza, sidra, cava, champán DuBois y Coca-cola con whiskazo de garrafa).

Mamá está un poco escandalizada con todo esto. Pero, claro, ella está atada de pies y manos. En sentido literal, porque Gorka entró el otro día en el Hospital y se llevó a mi hermana a rastras, tras forcejear con mamá, que cree que Gorka la ha secuestrado para pedir un rescate. “Inocente, si ya he empeñado hasta las joyas falsas… ¿Qué voy a empeñar?” Y ha achinado los ojos, mirándome como una expresión muy similar a la que –supongo– que puso la madre de Gavin Arvizo antes de que la puerta del dormitorio de Michael Jackson se cerrase a sus espaldas como las puertas del templo.

En fin, el caso es que el Obispado ha enviado a dos abogados para que mi tía firme un poder notarial, un usufructo o no sé qué cosa, cediéndoles la propiedad del piso hasta que la diñe. Menos mal que Martita hizo gimnasia rítmica cuando era pequeña –nadie lo diría hoy día– y es infalible con una maza en la mano. Le lanzó un litro de cerveza a uno de los abogados y tuvieron que darle veinte puntos de sutura. El otro, salió pitando escaleras abajo antes de que a Martita le diese tiempo de lanzarle una botella de sidra El Gaitero, famosa en el mundo entero.

Mi tía Zita está muy disgustada con su hija Martita (con la otra no se habla). No le gusta su ropa ("parece un leñador y escupe como un leñador"), ni su pelo ("ahora lleva ese tipo de peinados que justifican la guillotina, un invento utilísimo que sin el menor género de duda ha sido infrautilizado en los últimos cien años"), ni su modo de hablar ("creo que la libertad de expresión está sobrevalorada"), ni mucho menos su obsesión por las bebidas carbonatadas ("lo mires por donde lo mires, los eructos no son una forma de expresión, ni siquiera de comunicación no verbal"). Y ahora esto.

La pobre es una mártir. Aunque, según mamá, "es una mala puta". Pero mamá, desafortunadamente, no tiene pelos en la lengua. A veces, le pondría un bisoñé.

Tuesday, April 12, 2005

Cárcel de mujeres

En efecto, mi tía Zita ha vuelto de Roma con una sorpresa. Quiere ser reclusa. No presa de una cárcel de mujeres, sino reclusa. Como las reclusas medievales.

Por lo visto, en el siglo XII, si estabas colgada perdida y flipabas con Jesús y la Iglesia, podías hacerte reclusa de manera voluntaria. Te construían una celda de cuatro metros cuadrados en los muros de tu parroquia con dos aperturas: una, del lado de la iglesia para oír los oficios; otra, con vistas a cualquier callejón infecto, para que la gente te pasase mendrugos de pan mohoso o carne en mal estado para que no murieses de hambre. Eso sí, cagar, mear y el resto (vómitos, colitis salvajes, etcétera), lo hacías en tu osera. Podía haber hasta 20 reclusos en torno a una iglesia (en su mayoría, mujeres). Las crónicas no dicen nada del olor, pero puedo imaginármelo.

Al parecer, mi tía Zita quiere ser reclusa en uno de los muros de la Almudena. Ya se ha puesto en contacto con el Obispado de Madrid. Lo primero que le preguntaron fue:

–¿Pero no tiene usted casa, señora?

–Pues claro que la tengo. Un pisazo.

Por lo visto, los del Obispado se quedaron mucho más tranquilos.

Friday, April 08, 2005

San Celestino V. Una hagiografía

Mi primo Remy está superemocionado con el próximo cónclave. Cree que tiene muchísimas papeletas para conseguirlo. ¿Que no es cardenal? ¿Y qué? San Celestino V tampoco lo era y llegó a ser Papa. Lo único necesario es la santidad, y mi primo Remy tiene santidad para dar y tomar, dar y tomar, dar y tomar (en realidad, esos dos verbos definen a la perfección lo que es su vida).

San Celestino V fue el primer pontífice renunciante. O sea, el primero que puso pies en polvo-rosa cuando vio lo que se cocía en Roma. Naturaca (es una expresión muy Remy, que para eso de las jergas tiene muy buen oído). El caso es que le eligieron en el año 1296, después de la muerte del Papa Nicolás IV. Los cardenales electores se habían dividido en dos partidos contrarios y ya llevaban dos años sin poder elegir al nuevo Sumo Pontífice (explicación: llevaban dos años en Roma, la ciudad con más prostíbulos de toda Europa, luciendo púrpura pa’rriba púrpura pa’bajo, comiendo manjares dignos de una bacanal de los Antoninos –con la gota que eso da, que se lo digan al padre de Remy, que tenía los tobillos como katisukas– y pensaron: “Pues que elija Rita, qué coño. Yo no me vuelvo al pueblo.”), dos años dos.

La feligresía estaba ya con la mosca detrás de la oreja. Naturaca. O elegían a alguien o les plantaban a una pilingui por papisa, como la Juana esa. Es más, hasta el siglo VII las mujeres podían ser diáconas; sólo tenían que reunir dos requisitos: ser viudas y ser ricas. Hasta que llegó San Gregorio Magno y dijo: “Esas guarras, a lo suyo: la cocina o la mancebía”.

En fin, el caso es que –según mi primo Remy–, “la cosa estaba muy malita”. Los cardenales no sabían qué hacer. ¿Elegían a un Papa (bando A)? ¿Elegían a otro (bando B)? Bando A. Bando B. Bando A. Bando B. Band…

–No os compliquéis más la vida –dijo uno de ellos (el más delgado, superfan del ónice en todas sus manifestaciones, un auténtico pionero en la depilación de cejas inspirada en las arquivoltas góticas, inspiración que, por otra parte, llega hasta nuestros días)–. Tengo la solución.

Los cardenales le miraron con los ojos como platos de Limoges.

–Cuenta, cuenta…

–Mira, hay un monje maricón perdido con fama de santo (la gente, qué ingenua es…) al que podemos mangonear a placer. Lo único que tenemos que hacer es enviar a un par de chulánganos –tú, el de Aviñón, ya puedes ir tirando de agenda– y ése viene encantado.

Dicho y hecho, Calestino (née Pedro) llegó a horcajadas, montado en un humilde burro, con signos evidentes de malestar (y un cojín especialmente diseñado para las hemorroides). Celes, según confesaba en su autobiografía, era el menor de doce hermanos, todos tarambanas, interesados sólo en las putas y en empinar el codo. Y su madre, claro, se tiraba de los pelos… hasta que nació él. “A éste lo meto yo en el seminario, aunque sea con los pies por delante”, fue la promesa que se hizo a sí mismo.

Naturaca. Ya desde niño mostró signos inequívocos de que lo suyo era la Iglesia: era un pedante insoportable –en sus memorias confiesa que el primer libro que leyó “de corrido” fueron Los Salmos, chúpate ésa, Teresa (Viejo)– y además mariconazo perdido. A su biografía oficial me remito, a saber:

“Celestino (nombre que significa “inclinado hacia lo que es del cielo”) era estudiante diferente a los demás. Sus recreos preferidos consistían en retirarse a la soledad a meditar y rezar. Amaba mucho el silencio y le fastidiaban las fiestas mundanas donde hay trago y bailes y pecado”. En román paladino, era la típica nenaza a la que el resto de compañeros, unos angelitos, le pegaban una paliza cada dos por tres por el derroche de pluma (eso sí, cuando estaban calientes como el pico de una plancha, ¿quién se la mamaba? El Celes. ¿Que les apetecía probar las múltiples bondades del sexo anal? Tú dale por culo al Celes, que no protesta. ¿Que hay que desfogarse y…? En fin, que el Celes servía lo mismo para un roto que para un descosido).

Con esa papeleta (un trauma con T de Telva que no se lo salta un galgo), claro, al Celes se le fue la pinza –la cabeza, no la depilatoria, tendencia sólo al alcance de la curia más beligerantemente uranista– y se fue tres años al campo. Por aquel entonces irse al campo era superfácil. En cuanto te descuidabas, ya estabas en el campo. No es como hoy, dónde a parar. Entonces el campo era realmente duro. Una experiencia de lo más bizarra. Pero al Celes, curtido en mil y una paliza escolar, el campo le parecía poco más o menos como un spa.

Tres años se tiró en una celda, hasta que las tentaciones le obligaron a salir. Naturaca. La celda era tan estrecha que una erección se convertía en un auténtico problema. Y en el campo las erecciones pueden ser realmente salvajes.

En fin, el caso es que la gente, por uno de esos extraños hypes que se dan desde que el mundo es mundo, empezó a decir que Celes era un santo. Un santo. Ja. Si supiesen las saturnalias que se montaba en sus fantasías más nilóticas se hubiesen quedado de piedra pómez. Aberraciones de todos los tipos, incluso las más depravadas –muchas de ellas, hoy, desafortunadamente, en desuso– se proyectaban en su imaginación como en un diorama del museo del sexo de Praga. Un escándalo. Pero como la gente, por definición, es tonta y se traga lo que le echen, pues nadie se percató de nada. Si Vicente, que siete años antes le saltaba los dientes al Celes por maricón –después de darle por culo, claro–, dice que el Celes es santo, pues es santo y punto. Y lo que diga Vicene va a misa.

El caso es que llegaron los chulánganos. Le dijeron: “Celes, vente pa’Roma, que lo vas a flipar”. Y allá que se fue el Celes. Y cuando llegó a Roma, claro, lo flipó. Primero se encuentra con un cónclave de cardenales, borrachas todas, que le reciben con los brazos abiertos (y algunos de ellos, con algo más). Después, a dos reyes, Carlos de Anjou y Carlos de Hungría, llevando las riendas de un burro, con signos más que evidentes de haber sido sometido a todo tipo de abusos (no sabemos si por las tropas o por alguna de estas dos testas coronadas). Y luego, por las 200.000 personas, superborrachas de la primera a la última, que le esperaban a las puertas de la ciudad, con una halitosis que tiraba de espaldas.

“Dios mío, ¿dónde me he metido?”, fue lo primero que pensó Celes, antes de que le recluyeran en una celda en el Palacio Pontificio. “¿Tú no eres un cenobita? Pues toma del frasco, Carrasco”, le dijeron los cardenales antes de cerrar la puerta con doble llave. Y vuelta a lo mismo. A las horas muertas en la oscuridad de una celda tan, tan, pero tan exigua que empalmarse allí era un drama. En tres actos.

Y de nuevo tengo que recurrir a su hagiografía oficial, más que nada para abreviar: “Él mismo reconoció que había sido un error el aceptar el cargo de Papa”. Naturaca. “Y se propuso renunciar. Es el primer caso que ha sucedido en la historia de la Iglesia de un Papa que renuncia a su cargo. Primero, publicó un decreto declarando que el Sumo Pontífice sí puede renunciar a su alto cargo. Luego, reunió a todos los cardenales y les leyó su renuncia al Pontificado y les pidió que nombraran a su sucesor. Y allí mismo se despojó de todos sus ornamentos pontificios [menos varias casullas divinas, superajustadas, ultraceñidas, con mucha pedrería, très grand class] y se vistió de simple monje. Era el 13 de diciembre de 1294. Apenas había sido Pontífice durante cinco meses.”

Después su sucesor, el Papa Bonifacio VIII, siguió dándole por culo –según la tradición en sentido figurado, aunque algunos historiadores eclesiásticos sostienen que la literalidad tiene aquí mucho que decir–, hasta que en mayo de 1206 “murió santamente y fue declarado santo en 1313”.

Yo, conociendo la biografía de mi primo Remy, creo que no tiene nada que envidiar a San Celes. Pero nada de nada.

Thursday, April 07, 2005

Ayer tuve un sueño…

…de lo más extraño. Salomé, vestida como un travesti (o mi hermana, antes de la operación; ahora, con eso de que es la doppelgänger de Ana Botella no hay quien la apee del traje-de-chaqueta-de-toda-la-vida), empapada de sudor tras un baile frenético, miraba a Herodes con una lubricidad indescriptible, de aberrante depravación.

–Pide por esa boquita. Tú pide, bonita –le susurraba Herodes, con las manos cuajadas de anillos y doble y hasta triple barbilla (la viva imagen de Falete, vamos, un personaje que debería ser decapitado en una plaza pública)–, pide.

–Quiero la cabeza de Yokanaan.

Hasta las turmalinas palidecieron.

–Mira, cariño, eso no va a poder ser. Ya me gustaría a mí, pero…

–Pues entonces un ático en la zona de Nuevos Ministerios.

–¡Que le corten la cabeza!

Me temo que la actitud de mi madre con la lipo es exactamente la misma que la de Herodes. No seré yo quien se lo reproche.

Wednesday, April 06, 2005

Se avecinan malos tiempos para la Tierra Media

Mi madre ha abandonado la bebida. O mejor dicho, la bebida la ha abandonado a ella. Se siente tan culpable por lo de mi hermana que ha decidido volverse abstemia, la pobre. Con lo que tiene encima. Maldita la hora… O sea, en pleno Armagedón, y ella va y se quita del anís, cuando más falta le hace.

A saber:

a) En el nuevo cónclave, mi primo Remy –me consta– cuenta con muchas posibilidades de convertirse en el nuevo Sumo Pontífice (el primero en llevar las uñas pintadas a juego con la casulla).

b) Muere Rainiero y Alberto hereda título (y zapatos topolino).

c) Papá se ha puesto a régimen.

d) Mi hermana está empezando a dar muestras de una nueva y escalofriante adicción: la morfina. Una cosa es que se queje de que le duelen las cicatrices de la cara y otra, muy distinta, es que diga que las varices la están matando. Si hay algo que jamás ha tenido mi hermana, además de back-ground, es varices.

e) La tía Zita amenaza con traerse un souvenir de Roma de tamaño natural (sospechamos lo peor: un chulángano; no sería la primera viuda que vuelve de Roma con gigoló incorporado, ¿acaso nadie recuerda a la señora Stone?).

En fin, el caso es que los médicos le han dicho a mi madre que siempre pueden volver a operar a mi hermana y ponerle otra cara –incluso la que tenía, aunque esta opción la descartamos en cuanto recordamos su mandíbula y sus problemas con el prognatismo–, pero esta vez tendría que pagar ella. Y, claro, entre la felicidad de tu hija y tus cartucheras, ¿con qué te quedas?

–Pues con unas caderas como Dios manda –replicó mamá, como si la hubiese picado un áspid–. Al fin y al cabo, la mujer esa llegó a ser Primera Dama con esa cara y esa piel y, si Dios o el fantasma de Lady Macbeth, perdón, de Lady Di, no lo remedia, Carlos va a casarse con Camila.

Ante un argumento como ése, lleno de lógica, no hay contrarréplica posible. De manera que, por el momento, mi hermana se quedará como está. Como una cómoda antigua sin desbastar.

Tuesday, April 05, 2005

Crónica desde San Pedro

“Aquí huele a santidad”.

Al otro lado del hilo telefónico, mi tía Zita parece extática. En cuanto se enteró que la madre de Norman la había diñado, cogió un vuelo para Roma y se ha plantado en la plaza de San Pedro con un baúl de Louis Vuitton que no se lo salta un galgo afgano. “De aquí no me mueven ni con un escoplo”, le escupió a uno de los guardas suizos que, para su consternación, resultó ser de Andorra (otro paraíso fiscal, pero con mucho menos glamour, dónde va a parar).

En fin, el caso es que está allí desde el domingo y nos llama todos los días para hacernos la crónica, como Ana Blanco, pero con algunas décadas más (mucho mejor peinada, eso sí; la pobre A. B. sigue siendo víctima de una conspiración capilar dantesca, capaz de matar cualquier atisbo de sicalipsis en el televidente más priápico). Cuando se siente un poco fatigadita Martínez-Bordiú, mi tía abre el baúl y se echa un sueñecito reparador. Para la ocasión se ha llevado un gorrito de viaje, inspirado en la boina Balenciaga de Dulce Martínez de Hoz, pero en versión bizarra. O sea, un gorro de ducha recubierto de fieltro modelo casquete. Inenarrable.

–No os lo podéis imaginar. Esto es grandioso. Somos como el pueblo elegido a los pies del Monte Sinaí. Como… Como… Es que no os lo podéis imaginar. Es maravilloso. Y el olor. Ah, el olor es sencillamente magnífico. Estos jóvenes, con sus melenitas y sus polos, y sus barriguitas –tan simpáticas–, y sus gafitas de culo de vaso, y su caspa y sus guitarras. Y las bandurrias, que no se me olviden las bandurrias. Y tan sanos. No os lo podéis imaginar, son la viva imagen de la salud. Y cantando todo el día. Ah, la juventud del Papa, es infatigable. Qué cánticos, qué optimismo, que salud. Todo el día y toda la noche cantando sin parar, con sus bandurrias. Qué maravilla. Qué espectáculo. Vamos, es que no descansan ni un minuto. Son… Son… Ah, es que no os lo podéis imaginar. ¿Es que no los oís? ¿No oís al Pueblo Elegido cantando al Dios –al único, al verdadero– esas coplillas encantadoras? Y todo el día, oye. Y toda la noche. Todo el día y toda la noche, qué maravilla, oye. Es que parece que no durmiesen nunca y… Bueno, yo estoy encantada. Encantada. Un poco fatigada, eso también. Porque, claro, con tanta coplilla y tanta bandurria y tanta salud… Y las gafas. Y esos dientes. Y que no descansan. Ni un minuto. ¡¡¡¿Os queréis callar ya, COÑO?!!! Jesús, me tienen la cabeza loca. Pero no os imagináis. Aquí huele a santidad. Lo que yo os diga, aquí huele a Santidad. Aquí huele a…

–Aquí lo que huele, señora –la ha interrumpido el guarda suizo-andorrano–, es a porro. Haga el favor de circular. Qué vergüenza…

Monday, April 04, 2005

Remy for Pope

Bueno, pues ahora que ya es oficial que la momia de Karol y la de la madre de Norman Bates son la misma, puedo afirmar con toda propiedad que el Vaticano me ha destripado mi particular culebrón (o víbora de Gabón, que para el caso es lo mismo).

Sí, resulta que Gorka, el novio de mi hermana, contra todo pronóstico, no formaba parte de un grupo terrorista patrio, adicto a la peluquería creativa y las t-shirts de color ala de mosca. Para nada. Resulta que G. & Co. formaba parte de un complot internacional para acabar con la vida del Santo Padre y, conscientes de mi relación –de lo más estrecha– con el Niño Jesús de Praga y parte de la curia (la curia tiene un vicio que deja a la corte de Heliogábalo a la altura del betún de Judea), decidió utilizarme como moneda de cambio para protagonizar conmigo un escándalo internacional tipo Michael Jackson, pero con mitra y alzacuellos (dos complementos que, por increíble que parezca, el Rey del Pop no descubrió en su momento).

Pues bien, resulta que secuestraron al verdadero Wojtyla pero el tiro les salió por la culata; y eso que yo soy un experto en la tercera, incluso en la cuarta edad. Pero no se puede lidiar con un agonizante. Uno tiene vicio, pero no tanto. Hay cosas que no se pueden levantar ni con ayuda de una grúa (y eso que seguimos el método Marina Castaño, punto suspensivo por punto suspensivo).

En fin, el caso es que cuando vieron en la tele a la madre de Norman Bates exhalando sus últimos suspiros à la Yoda en un balcón vaticano –al final ha resultado que Psicosis no era una película, sino un documental; ni Star Wars ficción, sino un reality–, se pusieron atacados y decidieron abortar su plan. Eso sí, después de abusar de mí y vejarme de todas las maneras posibles (y algunas, que yo, en mi bendita ingenuidad, creía imposibles). A ver qué remedio. Nadie en todo el mundo se ha dado cuenta del cambiazo. Lo mismo resulta que George Bush sr. es Rockefeller (el cuervo de José Luis Moreno, no John D., que está muerto y bien muerto) y ni la mismísima Barbara se ha percatado de que detrás de ese juego de cadera se esconde la larga mano de J.L.M., en sentido literal.

El caso es que le prometí a Gorka que de mi boca no va a salir ni media palabra. Ni mú. Chitón. Santa Palabra. Tú me dirás: descubres que el novio de tu hermana no es un terrorista adicto a la k, sino el camarlengo de una secta satánica con ramificaciones en las altas finanzas y sede en Turín, que resulta que es la ciudad más satánica de Europa (yo creía que era Albacete, pero no; resulta que es Turín… y eso que Albacete es diabólica: no hay más que entrar en su catedral y contemplar esos frescos para advertir la presencia del Mal), y te planteas un montón de preguntas: ¿vas a destrozar su reputación, vas a poner en peligro su felicidad, vas a hundir su futuro por un secuestro que, al fin y al cabo, ha sido de lo más estimulante? Pues no. Claro que no. Porque yo, aunque no lo parezca, también tengo mi corazoncito. Eso sí, que no trascienda que me arruináis el negocio…

Y vosotros os preguntaréis, ¿pero no le echaron de menos en casa? ¿No denunciaron su desaparición a la policía? Jajajaja. Ay, qué risa, tía Felisa. Mi padre llamando a la policía. Jajaja. Y con la papeleta que hay en casa… Por cierto, que debemos llevar la piromanía en la masa de la sangre, porque esta mañana mi primo Remy (no de Goncourt, sino Migio) se subió a la cúpula de San Francisco el Grande y, tras prenderle fuego, se puso a berrear que él quería ser el próximo Papa. Y es lo que yo digo: cardenales, atended a mis palabras, mi primo Remy tiene madera de papa. O sea, le gusta llamar la atención, está como una regadera y, por encima de todo, valora la buena bisutería. Y para un amante de la haute bijoux, el Vaticano es mucho mejor que Cartier. Dónde va a parar… O sea, mi primo Remy para papable. Pero ¡¡¡ya!!!