En Praga (III)
En fin, el caso es que allí estábamos el Niño Jesús de Praga y yo, mano en mano en el bar del hotel, chuzándonos antes de subir a la suite. Porque cuando uno tiene que entregarse a todo tipo de confidencias y desenfrenos (no necesariamente en ese orden), es mucho mejor olvidarse de las inhibiciones y, en el caso del NJ de P, incluso de un par de anillos de plata con piedras semipreciosas (cinabrio, que intensifica las emociones; y ónice, ideal para el equilibrio emocional… hasta que lo pierdes, claro).
Una vez en la suite –os ahorro los detalles escabrosos, aunque os diré una cosa: cuando la temperatura en el exterior es de –5º, se agradece la lluvia dorada–, el Niño Jesús de Praga se mostró de lo más elocuente. Y es que no hay nada como el post para que las confidencias fluyan como…, en fin, para un hombre largue lo más grande (y si no, que se lo digan a Christine Keeler).
–Pues claro que no. Papá qué va a ser negro. Para nada. Lo que pasa es que papá es un poco esnob y piensa que vosotros, los humanos, lo más que os merecéis es un negro. Teniendo en cuenta lo que piensa del género humano, ya podéis dar las gracias si no os pone un pony como deidad sustituta. Desde el Concilio de Trento, papá está de lo más descontento con vosotros. Eso de que las mujeres tienen alma papá lo lleva fatal, porque papá es súper misógino. De los negros, ni te cuento; y de las mujeres negras… En general, para él el ser humano es un error. Le salió mal, ¿sabes? Él os quería como animal de compañía, con el pelo un poco más largo, pero la cosa se torció. Así que, cuando otras criaturas requieren su atención, criaturas de Clase A con una inteligencia superior que no necesitan desodorante, papá pone a un negro en su lugar. “Es todo lo que se merecen”, suele decir.
–Tú padre no es un esnob. Tu padre es un hijo de perra.
–No, no, no. Papá se creó a sí mismo, no te equivoques. Yo no. Yo, como tenía que pasar por la pejiguera esta del género humano, tuve que echar mano de…
–Calla, calla, que si también me rompes el mito mariano, a mi tía le va a dar un jamacuco.
–Para nada. Si mamá es buenísima. Un poco racista, eso sí. Pero es natural, ten en cuenta lo que el Sanedrín hizo conmigo… Me dejaron hecho un Ecce Homo, así que, como comprenderás, todas sus simpatías están con los palestinos… Hasta el punto de que son su complemento favorito. Ella pasa de túnicas, prefiere un palestino.
–Qué bonito. Uno piensa en haute couture celestial y resulta que la Virgen va vestida como si acabase de salir de un ensayo de Animalario… Qué horror. Casi la prefiero puta perdida.
–En fin, el caso es que el negro es sólo una figura de paja. En cuanto mete la pata, papá lo envía al Infierno de cabeza. Si yo te contara la de negros que han pasado por la Gloria…
–¿Y tu padre bebe?
–¿Papá? Para nada. Pero le gustan los borrachos…
–Bueno, por lo menos es compasivo.
–¿Papá? ¿Compasivo? Jajajajaja… Le gustan los borrachos y los tarados, pero sólo para reírse de ellos. Para eso os creó, idiota. Por eso renuncié hace tiempo a estar en los altares… Chico, si va a reírse de mí, que lo haga al menos con algún motivo… Además, odia a los maricones. No los puede ver ni en pintura acrílica…
–Bueno, cuando se entere mi tía Zita le va a encantar. Ella también es un poco neonanci. Mi tía Zita es de las que piensan que el Concilio Vaticano II fue un aquelarre de rojos…
–Uy, mismamente como papá. Lo de las misas en latín, todavía; pero cada vez que oye una misa en español…
–…o en euskera.
–Bueno, no puede con eso. Papá odia la k: es una letra diabólica, ¿no lo sabías?
–Mmmmme lo imaginaba.
En ese momento, justo cuando estaba a punto de sellar mi amistad con el Niño Jesús de Praga con algo más duradero que el pegamento de contacto, ha sonado el teléfono.
–¿Sí?
–Rápido. Haz las maletas… –cuando mi tía Zita está excitada, la voz le sale como a través de una hoja de guillotina: zassssssssss.
–Pero, tía, estoy aq…
–Déjate de zarandajas. Tenemos que volver a España. ¡Salimos en los periódicos!